Inteligencia colectiva para innovar

Amalio Rey: "¿Qué factores predicen que un grupo sea más inteligente?"

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El artículo reseña y comenta una investigación del MIT, publicada en la revista Science, que desvela algunos de los predictores sociales de la inteligencia colectiva de un grupo. Los “equipos inteligentes” se benefician de ciertas propiedades emergentes que pueden pesar más en la eficacia del grupo que la brillantez intelectual de sus miembros.

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Escribí hace unos meses varios posts en mi blog a partir de apuntes que me traje de la MIT Collective Intelligence Conference 2012 celebrada en Cambridge (Boston) en abril de este año. Hoy me centro en uno de los temas-estrella de aquel evento: si es posible añadir evidencias objetivas sobre la Inteligencia Colectiva (IC) usando algún tipo de mediciones.

Es un tema complejo y relevante para los que nos dedicamos a investigar en esta disciplina, y explica por qué las ponencias de Anita Woolley (Carnegie Mellon) y de Christopher Chabris (Union College/MIT) fueron de las más citadas y comentadas en la Conferencia del MIT al intentar responder a estas dos preguntas:

* ¿Hay evidencias objetivas de que existe la IC? 

* ¿Se puede predecir la IC a partir de algún modelo?

Estos investigadores trataban de comprobar si del mismo modo que existe un Coeficiente Intelectual (CI o IQ) que estima a través de tests el grado de inteligencia individual, puede haber algún indicador o factor que mida y explique de forma equivalente la “inteligencia grupal” como capacidad para resolver tareas que exigen del trabajo en equipo.

Los resultados parciales de esta exploración se basan en un experimento que se publicó en la revista Science, y que tuvo una gran repercusión mediática.

Los resultados permitieron construir el llamado “Factor-C”, que sería el homólogo a escala grupal del “Factor-G” individual, que es como los norteamericanos llaman también al “coeficiente-IQ”.

Pero… ¿cómo se hizo el experimento?

Intentaré explicarlo con mis palabras. A partir de 699 voluntarios formaron 192 grupos de dos a cinco personas cada uno, a los que les asignaron tareas cognitivas de distinta naturaleza, por ejemplo: planificar una compra colectiva para una casa común, compartir las tareas de mecanografía de un documento en Google Docs, resolver en grupo Matrices de Raven o realizar un ejercicio de Brainstorming para descubrir nuevos usos para un ladrillo, entre otros. Por si te interesa profundizar más en la metodología, las tareas fueron elegidas siguiendo la taxonomía de Joe McGrath sobre tareas en grupo. Tienes en este artículo en PDF de Susan G. Straus “Testing a Typology of Tasks” más detalles sobre esa clasificación de tareas.

Después de recopilar los resultados que alcanzaron los grupos al abordar estos paquetes de tareas, los investigadores compararon esos datos con los de las pruebas de inteligencia individual que les hicieron previamente a los participantes, así como con distintas cualidades o atributos que tenían los grupos que incluían desde datos fácilmente cuantificables como el género o la edad, hasta otros más complejos como el grado de motivación o la sociabilidad de los miembros.

Conclusiones más relevantes del estudio

Voy a resumir seguidamente las conclusiones que me han parecido más interesantes de esta investigación:

En primer lugar, ni la inteligencia-media del grupo (Promedio del coeficiente IQ de los miembros), ni la inteligencia máxima (el IQ más alto entre los sujetos del grupo) fueron buenos indicadores para predecir la inteligencia grupal (Factor-C), o como sugieren los autores de la investigación:

“Just getting a lot of smart people in a group does not necessarily make a smart group”

Asimismo, factores que se han usado habitualmente para explicar la inteligencia grupal resultaron tener un peso menos importante de lo que se creía. Se analizó la relación entre variables como la “cohesión del grupo”, la “felicidad del grupo” o el “grado de entusiasmo” con los resultados de las tareas (“eficacia”) que tuvieron que acometer, y la correlación fue bastante moderada en comparación con otras.

En su lugar, y ahora viene lo más interesante, los tres elementos que mejor predecían la inteligencia grupal fueron estos:

* Grado medio de habilidad social de los miembros

* Una participación/conversación más distribuida dentro del equipo

* Un mayor número de mujeres

El efecto conjunto de estos tres ingredientes conseguía explicar más del 43% de la varianza observada en el rendimiento de los grupos; y de esa combinación nació el llamado “Factor-C”.

Voy a explicar por separado cada uno de estos tres elementos, porque creo que vale la pena.

1. Habilidades sociales de los miembros:

Uno de los factores más determinantes fue el “grado medio de habilidad social” (“average social sensitivity”) de los que formaban el grupo; o sea, la empatía, apertura y sensibilidad que tenía cada miembro hacia los demás. Sería algo equivalente a la “Inteligencia Emocional” que explica Daniel Goleman.

Pero… ¿cómo pudieron medir esto? Pues usando el Test “Reading the Mind in the Eyes”, que consiste en interpretar a través de imágenes de los ojos de distintos estados de ánimo qué es lo que está sintiendo la persona en ese momento, por ejemplo, si está contenta, feliz, irritada, aburrida, arrogante, cómoda, etc. Se supone que mientras mejor “se leen los ojos” y se interpreta el estado de ánimo real de otros, más sensible es la persona que se somete a la prueba. Es una forma de medir el grado de empatía, y si te apetece hacer la prueba por ti mismo/a, aquí tienes el test.

2. Participación distribuida:

Según los resultados del estudio, mientras mejor distribuidos estaban los niveles de participación (o sea, menos desigualdad o varianza en el grado de implicación entre los miembros), más inteligente resultaba el grupo. De hecho, esta variable predijo aún mejor el resultado (“varianza participativa”: -0.41) que la de “habilidad social” (+0.26).

Conviene aclarar que el grado de “participación” se medía no sólo por la frecuencia de los turnos de intervención oral, sino también por señales de comunicación no-verbal que indicaban hasta qué punto cada persona estaba implicándose realmente en el proceso colaborativo.

Mientras mejor distribuidos eran los grados de participación, más inteligentes resultaban los grupos

Para medir esos patrones de comunicación entre los miembros del grupo se usó un dispositivo con sensores llamado “Sociómetro”, inventado por Alex Petland y que expliqué ya una vez en este artículo, que permite registrar datos individuales sobre estas interacciones.

3. Número de mujeres:

La investigación desveló que el aumento de mujeres en los grupos mejoraba significativamente el "factor-C". O dicho en palabras de Thomas Malone (OJO: ceteris paribus): “Groups with more women tend to be smarter than groups with more men. That is: More females, more intelligence”.

Esto último, que considero una buena noticia (y coincide con mi experiencia personal), hay que matizarlo dado que su efecto puede ser más un resultado del primer factor, que una variable independiente en sí misma.

Las mujeres tienden a tener más habilidades sociales que los hombres, y esta característica refuerza el primer factor de “habilidad social” del grupo.

Diversidad y aprendizaje colaborativo

Según el estudio, la inteligencia colectiva (el factor-C) mejora con el aumento de la diversidad cognitiva del grupo pero hay un punto a partir del cual tanta diversidad empieza a afectar negativamente la IC. El gráfico que vincula ambos factores sería algo así como una U invertida pero muy ancha.

Parece haber un “punto de diversidad óptima” para la inteligencia grupal porque en esto, como en todo, los excesos también se pagan

Por otra parte, si comparamos dos grupos, uno con un Factor-C alto y otro con uno bajo, vemos que a medida que vamos aumentando el número de rondas e interacciones entre ellos, el de C alta aprende mucho más que el de baja, aunque el de C baja haya comenzado sabiendo mas. Esta observación refuerza la idea de que los equipos “grupalmente inteligentes” facilitan el proceso de aprender más rápido y mejor.

Antes de terminar, tengo que decir que la validez predictiva del factor-C como indicador de la inteligencia grupal es todavía discutible. Creo que está por confirmarse con más investigación, pero empieza a arrojar luz sobre qué características de un equipo influyen más en su rendimiento colectivo. Y sin caer en determinismos cuantitativos, porque en este ámbito los indicadores son resbaladizos, sí que extraigo lecciones interesantes de este estudio.

Una conclusión relevante es que a la hora de formar “grupos inteligentes”, es tan importante el “cómo” se gestionan como el “quiénes” lo forman.

Y esto planteado así parece una obviedad, pero no lo es si entendemos que habilidades sociales como la empatía o el “talante participativo” (esperar, saber escuchar, compartir, no interferir) pueden terminar pesando más en la eficacia del grupo que la brillantez individual de sus miembros. Esto ya lo intuíamos, pero lo olvidamos a menudo cuando tenemos que pensar en “quiénes” conviene invitar para que formen parte de un equipo.

A partir de este estudio ya se está hablando de que se podrían utilizar “tests rápidos de sensibilidad social” para determinar la composición de equipos inteligentes. También se abre la posibilidad de incrementar el “Factor-C” de un equipo a través de formación y entrenamiento específicos que mejoren variables como la sensibilidad social de sus miembros y la capacidad de generar modelos más distribuidos de participación.

También coincido con Chabris cuando dice que “podemos aprender mucho de profundizar en la relación que existe entre inteligencia individual e inteligencia colectiva”. Ahí hay una línea de investigación fascinante, que está todavía por explotar. Mientras, yo sigo pensando en qué factores pueden mejorar ese “Factor-C”, o dicho de otra forma, cuáles pueden ser los predictores sociales de la inteligencia colectiva de un grupo.

 

 Puedes descargar el artículo en pdf aquí: "¿Qué factores predicen que un grupo sea más inteligente?"

 

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