Inteligencia colectiva para innovar

Amalio A. Rey: "Serendipidad o casualidad buscada"

El artículo sugiere pistas para convertir lo que parecen golpes de suerte en una estrategia deliberada para innovar, construir redes, potenciar la transferencia de tecnología y salirse de lo común en las prácticas cotidianas.

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Por Amalio A. Rey

A continuación te ofrecemos un resumen del artículo. Para leerlo completo, puedes descargártelo en PDF.

Palabra rara (y fea) como pocas, pero sugerente. Me veo usándola cada vez más en las charlas con emprendedores y con gente que se dedica a la innovación. No es fortuito porque la complejidad de los tiempos que corren encaja bien con la serendipidad.

Proviene del término anglosajón “serendipity” y suele ser traducida de muchas maneras: “serendipia”, “serendipismo” o como titulo este artículo: “serendipidad”.

La “serendipidad” es un descubrimiento afortunado que se produce sin planificación. Se da de forma inesperada, aparentemente por accidente o suerte del destino. Es encontrar algo bueno que no buscabas.

Ejemplos de serendipidad hay muchos, incluidos innovaciones tan determinantes como la Penicilina. La Wikipedia achaca a este fenómeno inventos tan variados como el dulce de leche, el celuloide, la estructura del átomo, el principio de Arquímedes, el Teflón e incluso, el mismísimo descubrimiento de América (recordemos que Colón buscaba la India cuando “se encontró” con el Nuevo Mundo).

Por cierto, Nicholas Carr dice que Internet es probablemente "the greatest serendipity engine in the history of culture" por la capacidad que tiene la web de descubrir caminos inesperados y llevarnos por senderos de información que no habíamos previsto. Pero… ¿Y por qué hablo de “casualidad buscada”? Suena contradictorio, pero la serendipidad bien practicada, como estrategia, es precisamente eso: crear condiciones para que las “casualidades afortunadas” se produzcan con más frecuencia en tu vida, o en tu organización. De eso trata este artículo.

Los fenómenos de serendipia no obedecen solo a la casualidad sino también a una actitud que los propicia, y que se traduce en ser curiosos, flexibles y sagaces.

John Adair, en su excelente libro “The Art of creative Thinking”, dedica todo un capítulo a la “práctica de la serendipidad”. Comienza su exposición citando a Marcel Proust: “the real magic of discovery lies not in seeking new landscapes but in having new eyes”, lo que nos recuerda que la serendipidad nace de la curiosidad y del foco abierto. Hay que estar preparados, nos dice, para esperar lo inesperado.

Serendipidad y planificación

La serendipidad refleja algo que el viejo management se ha empeñado en desdeñar siempre: el fascinante poder de lo aleatorio en los procesos de innovación y creatividad, y que cristaliza desde una actitud de “dejarse llevar” que niega la sobreplanificación y cree en la magia de las conexiones espontaneas.

Siempre se nos ha dicho que hay que planificar, prever, definir caminos, fijar objetivos y en definitiva, identificar con claridad qué buscamos y cómo en cada momento. No es un mal consejo, pero se ha abusado de ello, hasta el punto que la obsesión por la planificación ha llevado a construir modelos tan eficientes como rígidos y poco creativos.

Un ejemplo útil, aunque algo manido, de serendipidad en el proceso de innovación es el Post-it de 3M. No se buscaba un pegamento así pero se encontró uno mejor, y fue posible gracias a que había una persona, y sobre todo un sistema, que estimulaba la innovación espontánea y estaba preparado para “ver” más allá de lo previsto. Lo que puede parecer un simple golpe de suerte es a menudo una cultura que se estimula conscientemente.

Serendipidad en el diseño de redes

La serendipidad adquiere cada vez más significado en el diseño y promoción de redes. Algunos decisores públicos se empeñan, por ejemplo, en sobreorganizar los clusters y las redes de innovación, poniendo múltiples normas y definiendo una retahíla de objetivos sosos e inalcanzables. Se pretende con ello generar “lazos fuertes”, casi orgánicos, en forma de alianzas, fusiones y contratos, y es así como tienden también a medir los resultados de forma maximalista.

Sin embargo, la gracia de las redes no está solo en esas expresiones tan formales de las conexiones, sino también en los llamados “lazos débiles”, que se tejen entre personas que consiguen sintonizar en medio de la fiesta gracias a que pueden compartir con libertad en un espacio abierto y sobre todo, pensado para la conversación.

¿Cómo aumentar la conectividad aleatoria en las redes?

Generar estos “espacios para la serendipidad” tiene su dificultad y no basta con abandonar el hábito de la sobreplanificación. A mí se me ocurren algunas cosas que se pueden hacer para acelerar el proceso:

1.Enlaces fortuitos: Provocar combinaciones aleatorias entre los miembros de la Red, por ejemplo, formando parejas al azar para que se reúnan a hablar sin objetivos predeterminados.

2.Sensibilización: Concienciar a los participantes de la importancia de los “lazos débiles” como estrategia para construir redes sostenibles, lo que implica desmarcarse de la “ansiedad por los resultados” que a menudo imprimen estas iniciativas.

3.Voluntariedad: Insistir en que la participación es voluntaria, y solo deben estar los que realmente quieran estar. No forzar a nadie para que esté, porque entonces solo va a molestar.

4.Casos de éxito: Difundir los primeros éxitos que salgan de las combinaciones aleatorias para contagiar optimismo a los que participen en el “juego”, demostrando que es viable.

5.Espacios para conversar: Concebir entornos y espacios de encuentro relajados que estimulen a conversar sin prisas, pues se necesita estar cómodos para alargar una conversación que despeje el camino al descubrimiento.

6.Dinamizadores: Utilizar “agentes-conectores” que hagan la función de “nodos de serendipidad”, es decir, personas inquietas y curiosas que pongan en contacto a otras más tímidas, e inyecten vitalidad a la red.

Hablo de pocas reglas pero, como se aprecia, habrá que hacer algo más que simplemente “dejar-hacer” para multiplicar los chispazos. El papel del dinamizador de la Red es juntar, motivar, crear entornos cómodos, provocar el inicio de la conversación e incluso (si se atreve), sugerir pistas; pero del resto se encarga la gente.

Nunca seremos tan listos para anticipar lo que de ahí puede salir, y si intentamos planificar las conexiones, estaremos haciendo un flaco favor a la innovación.

Recuerda, las verdaderas oportunidades (esos trenes que pasan una sola vez) casi nunca lo parecen. Hay que ser muy inquieto y curioso para sacar provecho de situaciones inesperadas. Déjate llevar y cambia el plan si vale la pena. Las casualidades se buscan, sí señor.

Te invitamos a leer el artículo completo en PDF , donde se amplían aspectos de la gestión de redes, y se tratan otros temas no incluidos en este resumen como el papel de la serendipidad en las iniciativas de transferencia de tecnología y algunos hábitos sanos que se pueden incorporar a nuestra vida para provocar situaciones aleatorias afortunadas.

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